
En 1995, el Diez fue a jugar un partido exhibición a Totoras, provincia de Santa Fe. Allí conoció a un joven arquero que apenas un año antes había sufrido un accidente de tránsito que lo dejó en silla de ruedas.

Ese sábado por la mañana Diego Maradona decidía su futuro como DT de Racing. Purgaba la sanción por doping impuesta durante el Mundial 94 (“me cortaron las piernas”) y tenía prohibido entrar a una cancha de césped. Por eso se había volcado al showbol, aquella disciplina con paredes. Allí se encontró con Juan Amador Sánchez, oriundo de Totoras, a quien le pidió viajar a su pueblo para jugar un amistoso. Y así fue que Diego, el 6 de mayo de 1995, llegó a este pueblo santafesino. Iba a jugar un tiempo para Unión de Totoras y un tiempo para el equipo de Showbol.

En paralelo, Hernán Fonseca era un arquero que había debutado en la primera de su club a los 16 años y que un año antes, en 1994, sufrió un accidente que lo dejó en silla de ruedas por una lesión medular. Tenía 20 años e intentaba adaptarse a su vida nueva. Y terminaría siendo protagonista de la jornada.

En el camino, Juan Amador le contó el caso de Fonseca a Maradona, que enseguida pidió conocerlo. Así fue que, después del almuerzo, le pidió que lo acompañara al vestuario y le entregó el bolso. “Le pasé las vendas, las canilleras, y tenía dos pares de botines. Uno -dijo él- era el par con el que le había hecho el gol a Grecia en el Mundial. Tendría que habérselo pedido, si total el no ya lo tenía”, se lamenta Fonseca 25 años después.

Antes y durante el partido, Diego se sacó fotos con todos y abrazó a muchos. Estaba de buen humor. Después de hacer tres goles, a los 10 minutos del ST, paró la pelota y encaró para un costado mientras se sacaba la remera. Afuera de la cancha estaba Hernán. “Mientras se acercaba no entendía nada. Me agarró la cabeza y me dijo: ´Fuerza loco, mirá que hay mucha gente que te quiere. A partir de ahora mis piernas son tus piernas´”. Esa frase inmortal tiene un plus: Maradona se la dijo al oído. La gente aplaudió al ídolo, que pidió que los aplausos fueran para el jovencito, para darle fuerzas.

9 años después, Diego Maradona fue internado en la Clínica Suizo Argentina, en una de las tantas gambetas que le hizo a la muerte. Estaba grave, entonces Fonseca decidió escribirle una carta para agradecerle aquel gesto en Totoras y desear su recuperación. La carta cerraba con otra frase inmortal: “A partir de ahora, mi corazón es tu corazón”.

Esa carta fue enviado a “La Noche del Diez”, donde lo convocaron para volver al astro, visiblemente mejorado. Y allí se produjo el reencuentro. “Hay jugadores de fútbol famosos que nunca lo conocieron y yo tuve la suerte de verlo dos veces en mi vida”, dice mientras muestra aquella casaca roja de Unión que -se suponía- tendría que haberse sorteado para recaudar fondos. “No la vendo ni loco, no la pude vender. Tendría que estar muy mal o tendrían que garantizarme que vuelvo a caminar para venderla”.
La muerte de Diego es un dolor que permanece. Y Hernán Fonseca, el hombre al que Diego le ofrendó sus piernas, no es la excepción: “Diego es sensibilidad, es felicidad, es pueblo. Diego es pueblo”.