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Una forma de ascenso dentro de la organización era seducir hombre poderosos y ricos para, a cambio de sexo, poder sacarles dinero. La misteriosa investigación que desnudó una trama de delitos sorprendentes.
La Escuela de Yoga de Buenos Aires (EYBA), el nombre oficial de la supuesta secta desbaratada la semana pasada e investigada por delitos como trata de personas y lavado de activos, recaudaba 500.000 dólares por mes. La mayor parte de los ingresos provenían de la explotación sexual de las denominadas “alumnas”.
Los “actos sexuales”, como fueron definidos por una calificada fuente judicial, no solo sucedían en la sede central de la organización, lugar conocido como el “museo”, sino también en los Estados Unidos y en Uruguay, donde las mujeres eran trasladadas como si fuesen parte de un “harén”.
La explotación sexual de las alumnas era denominada por la EYBA como geishado o palomeo y “consistía, básicamente, en enviar a un grupo de mujeres a mantener encuentros sexuales con personas de elevado poder económico, ‘clientes’ o ‘W’ en la jerga de la organización, para obtener dinero, protección e influencias”. Las mujeres que se dedicaban a esto dentro de la organización eran coordinadas por “ghostbusters”, mujeres mayores que las guiaban en base a la experiencia.
La investigación la comandan el fiscal federal Carlos Stornelli y sus colegas Alejandra Mángano y Marcelo Colombo -que están a cargo de la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (Protex) y por el momento hay 19 detenidos.