Censura y ensalada rusa: Bullrich quiso desviar la atención con una mezcolanza de ciencia ficción

Lo que debería ser una discusión seria sobre las denuncias de corrupción terminó convirtiéndose en una historia surrealista donde Rusia y Venezuela son los villanos principales.

En un giro digno de una película de espionaje, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich decidió que la mejor manera de enfrentar las graves acusaciones de corrupción que salpican al entorno de Javier Milei era buscar responsables en los servicios de inteligencia rusos. Sí, leyó bien: Rusia. Porque, al parecer, en el universo Bullrich, Vladimir Putin tiene tiempo libre entre sus reuniones para conspirar contra el Gobierno argentino. ¿Y por qué no? También hay espacio para Venezuela en esta trama internacional. 

En una entrevista con Radio Rivadavia que dejó más preguntas que respuestas, Bullrich calificó la filtración de audios grabados en la Casa Rosada como “algo inédito e increíble”. Sin embargo, lo que realmente resultó increíble fue su explicación: “Denunciamos a personas ligadas a servicios de inteligencia rusos. Sabíamos que podría haber incidencia de Venezuela”, afirmó con tono solemne. Aunque, en un gesto que se podría interpretar como un intento por cubrir todas las bases, también admitió que “la grabación la pudo hacer cualquier persona”. ¿Entonces? ¿Fue Rusia o el encargado del café en la Rosada? 

La ministra no escatimó en dramatismo y describió la situación como “una impresionante operación de inteligencia” que calificó como “de lo peor que puede existir”. Según ella, esta trama digna de un thriller político incluyó la grabación ilegal de una reunión y la amenaza de difundir los audios “en pedacitos, como si fuera una serie, en distintos capítulos”.  

Pero Bullrich no se quedó ahí. En primer lugar, tuvo que releer la denuncia tras negar rotundamente los allanamientos a los domicilios de los comunicadores y después de trastabillara ridículamente, expresó: “No son periodistas. Si fueran periodistas y reciben un audio de este tipo, lo primero que harían es hablar con la fuente”, sentenció. Al parecer, la ministra tiene una idea muy particular sobre cómo funciona el periodismo. Quizás alguien debería recordarle que los periodistas investigan y publican información relevante, sobre todo si ésta incomoda al poder.


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