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La última semana de la vida de Diego Armando Maradona estuvo repleta de señales de alerta que ninguno de los médicos que lo rodeaban pudieron advertir. La orden de “no invadirlo” terminó siendo contraproducente y Maradona estuvo solo y acostado prácticamente todos los días.
La vida de Diego estuvo rodeada hasta sus últimos días de grupos enfrentados. El 17 de noviembre, una semana antes de su muerte, y con un postoperatorioen curso apuntado a una rehabilitación para su adicción al alcohol, todos los médicos que estaban encargados de su monitoreo estaban descoordinados y muy mal administrados.
Por un lado, los profesionales de la obra social, Swiss Medical. Todos aglutinados en un grupo de whatsapp: enfermeros/as, médico clínico, neurólogo, nutricionista y ayudantes terapéuticos. Todos bajo la tutela de Nancy Forlini, la coordinadora médica, hoy imputada.
Por el otro lado, los médicos de cabecera: Leopoldo Luque, intentando abrirse explícitamente, aprovechando que había muchos más médicos y que la familia estaba más presente, la psiquiatra Agustina Cosachov y el psicólogo especialista en adicciones, Carlos Díaz. Los tres también están imputados, acusados de homicidio simple con dolo eventual.
¿Había diálogo entre los dos grupos médicos? Poco y nada. Mucho ego y poca comunicación. La única que hablaba con los médicos de la obra social era Agustina Cosachov, pero exclusivamente por temas de medicación. Después, ninguno de los reportes de los enfermeros le eran comunicados ni a la familia ni a Leopoldo Luque.
En el medio de estos dos grupos estaba el círculo íntimo de Maradona, que por costumbre, como sucedió durante todo el año, le reportaban todo a Leopoldo Luque: Maximiliano Pomargo y el kinesiólogo Nicolas Taffarel veían todos los días a Diego y sus preocupaciones le eran comunicadas al neurocirujano, quien intentaba tranquilizarlos. Pese a que Luque sabía como estaba Maradona, siempre intentó delegar la recuperación en los médicos de Swiss Medical, en Cosachov y en Carlos Díaz.
La orden de no invadir a Maradona, consensuada por la familia, los psicólogos y hasta la cocinera de la casa, ya estaba en marcha. Si Diego no quería que lo molesten, no había que molestarlo. “Que empiece a extrañar y a pedir por la gente que él quiera” fue la orden del psicólogo Carlos Díaz, respetada a rajatabla. Cuando quisieron ir a verlo nuevamente, el 25 de Noviembre, Maradona ya estaba muerto.
Las señales de alerta fueron claras y numerosas. Muchas horas acostado, signos de hinchazón, retención de líquidos, depresión y un cúmulo de negligencias que empujaron a que Maradona sufra un infarto una semana más tarde. Si bien Luque estaba al tanto de todo, en los diálogos de los profesionales de la obra social, no había reporte de anomalías, pese a que también había un médico clínico leyendo cada parte de enfermería.
DIÁLOGOS ENTRE LEOPOLDO LUQUE Y NICOLÁS TAFFAREL
17 DE NOVIEMBRE – CHAT AGUSTINA COSACHOV A LEOPOLDO LUQUE
“Parece que todo el día de ayer y hoy se la pasó durmiendo. Me preocupa, sigue durmiendo. Avísame porque me da cagazo que sea otra cosa, tanto dormir…“
17 DE NOVIEMBRE MAXIMILIANO POMARGO A LUQUE
Hasta acá, los diálogos entre el círculo íntimo de Maradona y sus médicos de cabecera. En paralelo, y como si todo se desarrollara con normalidad, en el grupo “Tigre” de los profesionales de la salud de Swiss Medical, no hubo ningún reporte, ni de signos de hinchazón, ni de preocupación por tanto tiempo acostado…
Del 17 de noviembre en adelante, los signos de deterioro eran explícitos. La internación domiciliaria no estaba funcionando, y las responsabilidades médicas comienzan a ser compartidas.
Una semana más tarde, Maradona iba a morir tras un infarto. ¿Se pudo haber evitado? Esa es una de las premisas de los fiscales, y en repasando los diálogos queda en claro como ninguno de los médicos pudo actuar en consecuencia a la información que el paciente transmitía.