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El actor estaba internado desde hacía cinco años y falleció a los 84. Deja un enorme legado cultural y un hueco difícil de llenar.
Antonio Gasalla, que falleció a los 84 años, fue uno de los últimos capocómicos argentinos. Maestro de la sátira, el absurdo y el grotesco, nunca abandonó la transgresión en sus programas o en sus personajes. Revolucionó el humor televisivo, pasando del under y el teatro concert al mainstream a fuerza de carcajadas y de una fina observación sobre la cotidiana existencia humana argentina.
Multifacético actor, guionista y director de teatro, su talento inmortalizó a sus hilarantes creaciones en el imaginario popular, a donde las llevó primero desde los escenarios y después desde las pantallas. Sus personajes lograron ser más famosos que él mismo, cultor de la reserva personal, y quizá esa sea la mejor medida de su arte.
Gasalla sufría demencia senil desde hace cinco años y estaba alojado en una clínica especializada. Hace dos semanas había sido internado por una neumonía y su salud se había deteriorado abruptamente en los últimos días. Su muerte fue ampliamente lamentada por la comunidad artística. “Indiscutido referente del humor, creador de personajes que forman parte de la cultura popular argentina”, lo definió la Asociación Argentina de Actores.