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En la final derrotó al City por 1 a 0. El partido se disputó en Portugal y el gol lo marcó Kai Havertz.
Fue una batalla táctica. De un lado el juego de posesión de Pep Guardiola, que lo llevó a parar un Manchester City sin delantero de área ni volante central de marca. Del otro, la velocidad y el contragolpe de Thomas Tuchel, basado en un magnífico N´Golo Kanté, amo y señor del partido. En definitiva, el principal responsable de que Chelsea haya levantado su segunda Champions.
Para los neutrales fue un placer. Parecía otro deporte. Pases elaborados y cuidados jugados a una velocidad supersónica. La mitad de cancha era un lugar de paso y las oportunidades pasaban de un arco a otro. Hasta que hacia el final del primer tiempo se conjugaron algunos factores: un pase mágico de Mason Mount (otro punto altísimo en el equipo azul) que encontró a la defensa del City demasiado abierta por un buen movimiento del tanque alemán Timo Werner y aprovechado por su compatriota Kai Havertz. Una salida demasiado apurada del arquero Ederson, una finta sencilla y 1 a 0.
A la postre ése sería el resultado final. En el entretiempo, Pep hizo la lógica: ingresaron Gabriel Jesús y el Kun Agüero en ataque y Fernandinho en el mediocentro. El City arrimó y generó peligro, pero no le alcanzó para levantar la primera orejo de su historia.
Para destacar: Guardiola recibió la medalla de segundo y la besó. En un deporte donde el que pierde es prácticamente condenado, el catalán brindó un mensaje distinto.