
Las tarjetas de crédito y los préstamos personales para mejorar la calidad de vida de los argentino ya no existen: la herramienta con la que cientos de miles de argentinos se daban un gustito o mejoraron sus hogares, hoy es un arma de doble filo
La Argentina atraviesa una crisis financiera que golpea sin piedad a las familias, quienes ven cómo las deudas se convierten en una carga insoportable. Según los datos publicados por el Banco Central (BCRA), la morosidad en los préstamos bancarios alcanzó un récord histórico en julio, marcando el noveno mes consecutivo de deterioro en un contexto de incertidumbre económica y volatilidad financiera. El panorama es desolador: la irregularidad en los créditos a familias trepó al 5,7%, el nivel más alto desde que se inició la serie de datos en 2010.
El impacto se siente con especial dureza en los préstamos personales, cuya morosidad escaló de 6,5% a un alarmante 7,3%. Las tarjetas de crédito también sufrieron un golpe devastador, con su índice de irregularidad subiendo de 4,9% a 5,3%, marcando un récord histórico. Estos números reflejan una realidad angustiante: cada vez más argentinos se ven incapaces de cumplir con sus obligaciones financieras, atrapados en un círculo vicioso de deuda y tasas de interés descontroladas.
El costo del financiamiento es una pesadilla para las familias. En el caso de los préstamos personales, la Tasa Nominal Anual (TNA) supera el 80% en septiembre, con picos que llegaron al 85% en los primeros días del mes. Este escenario asfixiante es consecuencia directa del giro en la política monetaria de Javier Milei y la superestrella del ministro de Economía, Luis Caputo que con la falta de acumulación de reservas y la presión sobre el dólar tensionan el mercado financiero al punto de encarecer brutalmente el crédito.
Aunque los préstamos hipotecarios mostraron una leve mejora, bajando su morosidad de 1% a 0,9%, esto no es suficiente para aliviar el panorama general. Los créditos prendarios también registraron un deterioro, pasando de 3,7% a 3,9%. En conjunto, la morosidad global alcanzó el 3,2%, más del doble del mínimo histórico de 1,5% registrado en octubre de 2024.