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Empató 0 a 0 contra Mineiro, le anularon (otro) gol insólito y perdió por penales.
Una vergüenza. No hay muchas palabras para graficar el paso de Boca por esta Copa Libertadores. Al gol anulado en la Bombonera hay que sumarle el gol que le anularon en el partido de vuelta contra Mineiro por los octavos de la Copa Libertadores. En la ida, el VAR canceló el gol del Pulpo González por una falta inexistente; en la vuelta el VAR (otra vez el VAR) anuló el gol de Weingandt por un inexistente offside.
Inexplicable el derrotero del xeneize. Debería haber ganado 1 a 0 en la ida y terminar la vuelta con idéntico resultado. No pasó sobresaltos en ninguno de los dos partidos y dominó a su rival, pero terminó yendo a los penales, donde chocó contra su propia impericia.
Arrancó con la ventaja de que Hulk estrelló su remate contra el palo. Pero luego vino el desastre: Villa le regaló el penal al arquero, que se quedó parado en el lugar y recibió la pelota mansa en sus manos; Esteban Rolón no lo ejecutó mal pero le detuvieron su tiro y Carlos Izquierdoz lo tiró a las nubes. De 4 penales Boca erró 3.
De todos modos lo que quedará en la memoria es el VAR. Para qué sirve, por qué. Por el momento da la sensación de que solo sirvió para muñequear la serie y perjudicar al equipo argentino.