
Tras el catastrófico resultado electoral del domingo, el gobierno redobla la apuesta y conforma una mesa política con las mismas caras.
Por más que el gobierno de Javier Milei intente dar señales de movimiento tras el golpe electoral en la provincia de Buenos Aires, lo cierto es que su reacción parece más un ejercicio de cartonerismo político que una verdadera renovación estratégica. El anuncio de tres nuevas mesas políticas —nacional, federal y ampliada para la provincia— no hace más que reforzar la sensación de que todo sigue igual, pero con pocos nuevos nombres y un barniz de improvisación.
El capítulo más relevante de este drama político tiene que ver con el intento de tender puentes con los gobernadores provinciales, una tarea que parece más propia de un arquitecto desesperado que de un estadista. Durante los primeros dos años de gestión, la Casa Rosada se dedicó a dinamitar cualquier posibilidad de diálogo con las provincias, ya sea por recortes presupuestarios o por un trato “despectivo” que los mandatarios locales ya no soportan. Ahora, tras la debacle electoral, el gobierno busca reconstruir esas relaciones, pero los materiales parecen ser tan endebles como el cartón corrugado.
Cuando bajaban las horas del día lunes 8 de septiembre, el vocero presidencial Manuel Adorni anunció con pompa y circunstancia la creación de una mesa política nacional presidida por el propio Milei. En ella estarán nombres familiares como Karina Milei, Guillermo Francos y Martín Menem, además del propio Adorni. Sin embargo, la ausencia de Eduardo “Lule” Menem —envuelto en el escándalo de coimas— dejó en claro que los ajustes en el equipo son más cosméticos que estructurales.