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Murió Justina Calixto, que trabajaba en un comedor del Bajo Flores. Las trabajadores esenciales siguen esperando reconocimiento y vacunas.
Después de una ardua batalla contra el virus murió Justina Calixto, trabajadora esencial de un comedor del Bajo Flores y militante del FOL. “Hoy te despedimos quienes luchamos junto a ti por un cambio de vida para nuestras familias con la frente en alto y la dignidad como bandera. Hoy te vas dejando tu ejemplo de lucha. Nos dejás consecuencia de un virus que golpea mas fuerte a lxs más humildes por la desidia de un Estado indolente y la falta de políticas públicas para lxs pobres”, escribieron sus compañeros.
Los y las trabajadores esenciales siguen reclamando salarios que los reconozcan en su labor. Tienen jornadas de 8 horas y las raciones de alimentos se multiplicaron en los comedores. La pandemia aumentó la pobreza, y eso -reconocido incluso desde los funcionarios de gobierno- repercute en las barriadas populares. Aseguran que la gente que se acerca a pedir un plato de comida llegó a triplicarse. Y el trabajo de los esenciales sigue siendo voluntario.
El otro requerimiento es la aplicación de una vacuna. Con el arribo de los 4 millones de dosis que se esperan para el mes de mayo, los esenciales -que exponen su vida en la primera línea del virus- deberían satisfacer esta demanda necesaria.
La semana pasada fallecieron Lourdes Huarachi, una militante histórica del FOL en Villa 20, y Teodora Ollora, del merendero del barrio San Martín en la Villa 31 de Retiro. Nunca pararon de arriesgar sus vidas para alimentar a los demás y ellas, como tantos otros esenciales, dejaron su vida en la pandemia.