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Teodora Olloa, de Villa 31, y Lourdes Huarachi, de Villa 20, murieron internadas en hospitales públicos después de estar en terapia intensiva por Covid. Las vacunas que no llegan para los esenciales y la lucha por la vida.
El sentimiento era la esperanza. Las compañeras de Lourdes Huarachi, que trabajan en forma voluntaria todos los días en el comedor que el FOL tiene en la Villa 20, repetían que “su compa” estaba muy grave y que esperaban/deseaban/necesitaban que se recuperara pronto. Militante histórica de esa organización social, era una de las encargadas de darle de comer a 800 familias, que antes de la pandemia eran 400. Sí, el coronavirus también duplicó (y a veces hasta triplicó las bocas que necesitan asistencia para llenar un plato).
Internada en el Hospital Santojanni, sus compañeroas cuentan la odisea que tuvieron que emprender para conseguir una cama. Una vez que esto ocurrió, el coronavirus hizo de las suyas y todo fue en picada. Finalmente, Lourdes murió ayer por la tarde.
El lunes al mediodía murió Teodora Olloa, del merendero Juana Azurduy de Barrios de Pie, en la villa 31. Ubicado en un primer piso que se esconde entre construcciones de hasta 4 pisos, el lugar permanece cerrado por duelo. Claudia San Martín, su compañera en la labor diaria, informa que todas las tardes le dan la merienda a 70 chicos del barrio y -suspira- que tal vez ése es el único vaso de leche que toman en todo el día.
“Teodora era mamá, abuela y esposa de un marido discapacitado. Ella era el sustento de su hogar. El año pasado tuvo neumonía y quedó resentida. En ese momento cerramos el merendero durante un mes porque también murió el marido de otra compañera por Covid. Ahora tenemos a varios aislados, y una vez que se recuperen vamos a seguir”, promete.
En las villas, la denominación “esenciales” no podría ser más justa. Asisten con la comida, llevan el alimento incluso a aquellas personas que se encuentran aisladas, acompañan a los agentes del dispositivo Detectar para buscar casos activos de covid, empadronan a los adultos mayores para recibir la vacuna. Y reclaman la suya. Enfrentan al coronavirus en la primera línea y por eso necesitan recibir su dosis. En total, son 70 mil vacunas las necesarias. Mientras tanto siguen cayendo en manos de un virus cada vez más agresivo. Lo esencial, hoy por hoy, es no morir.